En este cuello del embudo, ocupado por tantos edificios, desembocan otros embudos, que recogen las aguas caídas en las hoyas o los valles de la parte superior de la sierra y las vierten en el recinto del santuario con la fuerza que les dan las grandes pendientes de los torrentes de Santa Maria, Sant Salvador y la Trinitat.

Pero ademaás del embudo descendente, Montserrat es también un embudo ascendente, en el que confluyen muchas corrientes que desde abajo suben hasta el santuario, y del santuario al cielo. Durante estos días en que el acceso al santuario ha permanecido cerrado a los peregrinos, aunque los monjes celebrábamos los oficios en la basílica vacía, sabíamos que muchos millares de fieles estaban de corazón arriba, con nosotros. Así nos lo han expresado muchos de manera emocionada y emocionante. Nuestra basílica, que tantas veces hemos visto abarrotada por una multitud que entona el Virolai con entusiasmo, nunca está del todo vacía. Nos lo recuerdan día y noche las lámparas votivas de comarcas y entidades ofrecidas a raíz de la Entronización del 1947. Se quiso entonces, en aquella difícil posguerra, que aquella fuera una fiesta de reconciliación entre los catalanes vencedores y los vencidos de la Guerra Civil. Pero, ademaás, Montserrat absorbe en su embudo ascendente tanto a los catalanes autóctonos como a los catalanes inmigrados o hijos de inmigrados. Cuando se habla del simbolismo nacional, o incluso nacionalista, de Montserrat no se puede olvidar la presencia multitudinaria de los que Candel denominó "los otros catalanes", que, sin renunciar a sus propias tradiciones culturales y religiosas, asumen como propias las del país donde viven y trabajan. Los libros donde los peregrinos escriben en forma sencilla pero conmovedora sus peticiones o acciones de gracias, tanto en el santuario de arriba como en la Santa Cueva, se redactan mayoritariamente en castellano. Montserrat también es suyo.

El embudo ascendente de Montserrat viene todavía de más lejos y acoge incluso los sentimientos y aspiraciones de muchos no creyentes. La proverbial hospitalidad benedictina alcanza en la santa montaña una dimensión especial. Acogiendo a hombres y mujeres de cualquier creencia o ideología se les da ocasión de descubrir o potenciar lo mejor de sí mismos. La extraordinaria configuración geológica de esta montaña con perfil de sierra, con unas peñas o picos que parecen dedos que señalan hacia arriba, invita a entrar dentro de uno mismo y elevar la vista y los sentimientos, respondiendo al anhelo íntimo de superación y trascendencia que abriga todo corazón humano. Este es el mensaje que captó Guillermo de Humboldt en su visita a Montserrat en la primavera de 1800, poco antes de la destrucción del santuario por los ejércitos napoleónicos. A partir de Humboldt, varios insignes escritores de la Ilustración germánica, sin haber estado nunca en nuestra montaña, le atribuyeron un simbolismo espiritual. Leyendo el relato que Humboldt hizo a Goethe de su estancia en Montserrat, Schiller escribía: "Montserrat atrae al hombre del mundo exterior al interior". Goethe, en 1816, anteponía a su colección de poesías Geheimnisse ("Misterios") estas palabras: "El lector se imaginará que se le conduce hacia un Montserrat ideal". Y poco antes de morir escribía: "En ningún lugar encontrará el hombre la felicidad y la paz si no es en su propio Montserrat".

El embudo descendente de Montserrat se atasca a veces, como por desgracia acabamos de comprobar. El embudo ascendente no se atasca nunca, a menos que tú mismo lo tapones.

HILARI RAGUER

Monje de Montserrat

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